lunes, 30 de junio de 2008

¿Puedo orar por quién no conozco?

Una de las experiencias mas increibles que aprendí cuando tuve cáncer fue la solidaridad, y me refiero con solidaridad no solamente aquel te da palabras de aliento, que está contigo en el hospital, que te da algún regalito, compañía, entre otras formas de acompañamiento, hablo de aquellos que aunque esten a veces a miles de kilometros de distancia de nosotros se solidarizan con el dolor y elevan sus plegarias al Señor ofreciendo lo mejor de su energia y deseos para quellos que lo necesitan en ese momento. Una de las maravillas de Internet es el unir a un grupo de personas, en este caso para hacer le bien, y dirigir sus esfuerzos hacia un objetivo en común, en este caso la oración por enfermos en diferentes lugares del planeta.

Yo agradezco profundamente a aquellas personas hayan sido cercanas, otras muchas que no me conocían, algunos de manera anónima, pero todos los que dedicaron una oración para que yo me curara y que se solidarizaron con el sufrimiento de mi familia que aún sin saber cómo era yo, sólo conociendo mi nombre y mi caso le pidieron a Dios por mí. Gracias por su energía porque sé que cientos de personas dedicaron un pensamiento bueno para mí, y eso es invaluable.

Pensamos que nosotros podemos hacer tan poco por algún enfermo que sufre, y no nos damos cuenta que una oración es mucho. El poder de la intensión es enorme!

Sí se puede orar por alguien que no conoces, sí alienta, sí ayuda. Gracias!

domingo, 8 de junio de 2008

Coincidencia o preparación?

Cuando fui diagnosticada con cáncer, puedo decir que de alguna manera sabía a lo que me iba a enfrentar, mis padres me lo habían hecho ver desde niña.

Desde hacía muchos años atrás cuando era niña, mis padres se involucraron en una asociación de apoyo a niños con leucemia llamada PILAC (Protección al Infante con Leucemia A.C.) y varias veces acompañé sobre todo a mi mamá a visitar a estos niños y pude ver por lo que estaban pasando, sobre todo en una situación económica muy desfavorable de sus padres que además de lidiar con la propia enfermedad lidiaban con el hecho de ser personas de pueblos cercanos a Guadalajara donde la atención médica no era especializada como para atender un cáncer tan agresivo en los niños como es la leucemia. No menos veces vi a estos niños vomitando, perdiendo el pelo, muy débiles con ganas de jugar en el jardín y no poder. Recuerdo a esos niños que ví en mi propia infancia valientes afrontando la enfermedad.

Años después fui diagnosticada de un linfoma, que en términos médicos podríamos decir que es primo hermano de la laucemia, y como coincidencia (si así lo quieren ver) me fue diagnosticada en primer término por el Dr. Mariscal, fundador y cabeza de PILAC. Sabía que no iba ser fácil, pero también sabía que había esperanza al haber vivido la experiencia de conocer a los niños de PILAC.